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     Oh Sol: estás todavía aquí como un reproche, como remordimiento que se arrastra, como una insidia. Ya sé que te veo por última vez, Sol de la Tierra, y que cuando te vayas, mis ojos, estos de la tierra, dejarán de ver, pues que no se abrieron solos, tú los abriste como una herida. Esa herida de luz en el rostro de los mortales. Sé que yéndote tú, Sol, se cerrarán estas llagas.

Y yo me quedaré aquí como una lámpara que se enciende en la oscuridad. Tendría que ir todavía más abajo y hundirme hasta el centro mismo de las tinieblas, que muchas han de ser, para encenderme dentro de ellas. Pues que sólo me fío de esa luz que se enciende dentro de lo más oscuro y hace de ello un corazón. Allí donde nunca llegó la luz del Sol que nos alumbra. Sí, una luz sin ocaso en el centro de la eterna noche.

Enlace al Foto-Ensayo 'Antígona'

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